Side B Dialogues
Rafael Areses
Side B Dialogues
Durante más de veinte años viví en un quirófano. Fue una etapa intensa y preciosa. Pero un día me di cuenta de una verdad algo incómoda: «Creía que me estaba perdiendo algo: la revolución más prodigiosa de los últimos siglos. Te diré una cosa, si un médico deja de ver a su paciente como lo más importante del mundo, tiene que empezar a pensar en otra cosa. Yo ya estaba pensando en esa otra cosa»
No huí de la medicina. La medicina me llevó fuera. Descubrí que había un mundo mucho más grande en la tecnología y en la inteligencia artificial. Seguí formándome, en MIT, en Harvard, allí donde buscaba encontraba siempre algo mayor de lo que esperaba. Hoy no repetiría el mismo camino académico: el conocimiento es cada vez más barato. Lo encuentras a un clic. Lo que falta no es información, es sabiduría. Capacidad de enfrentar ideas opuestas en el mismo espacio sin romperse.
En salud somos el sector que más datos genera, el 30% del global, aumentando cada año un 37% más. Sin embargo, usamos tan sólo un 5%. Miedo, regulación mal entendida, gobernanza débil. El resultado es caro: enfermedades que podrían haberse evitado y un PIB que podría volar más alto. El mayor riesgo no es la IA. Somos nosotros y nuestros miedos teñidos de moralidad, mientras tanto seguimos sin aprovecharla.
La IA ya diagnostica mejor que nosotros en escenarios donde intervienen decenas de variables que un cerebro humano no puede manejar. En farmacología, estamos pasando de fármacos en diez años y miles de millones de coste a fases clínicas en 18 meses y decenas de millones de coste. No es ciencia ficción. Es contabilidad, y hay resultados contrastables.
Pero si dejas que la tecnología te fascine sin fricción, te hace un poco más tonto cada día. Si entras pasivo, sales dependiente. Hay que meter resistencia: preguntar mejor, contrastar, discutir, usarla como socio cognitivo, no como oráculo. No estamos hechos para utilizar IA sin más, estamos obligados a saber utilizarla. Porque no va ahacer falta que todo el mundo sepa programar, aunque no sobraría. Hace falta pensar como alguien que programa: estructurar, priorizar, medir. En mis proyectos sigo haciendo lo mismo que en la clínica: diagnosticar. Solo que ahora el paciente es una organización.
La revolución silenciosa de la IA está aquí entre nosotros. Lo único indecente, a estas alturas, es mirarla desde una postura de arrogancia moral, buscar las excusas necesarias para mantener nuestra pereza, y no emplearnos lo suficiente para saber de qué se trata. yo al menos, no quiero perdérmelo por estar distraído en otras cosas supuestamente «más urgentes»
