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El Economista: Una pregunta incómoda sobre Inteligencia Artificial

Soy médico, autor y asesor en IA y tecnologías emergentes

Las preguntas nunca deberían ser incómodas, sólo las verdades. Te confie-

so que yo sí tengo muchas verdades incómodas. La verdad incómoda de

que hayamos disminuido el coste de uso de modelos LLM en IA Generati-

va, en un factor de 175 a 245 veces en dos años desde 2022, con una reducción

adicional del 22% para este último trimestre. ¿Seguimos creyendo que el coste

de la IA nos llevará al colapso de nuestras economías?

La verdad muy incómoda de una capacidad de aumentar en los próximos años

la producción de energía en cuatro órdenes de magnitud, un factor de 10.000.

¿Seguimos creyendo que IA consumirá el resto de energía necesario para “nues-

tras cosas”? La verdad más incómoda todavía, de que el entrenamiento con nue-

vos datos extraídos de modelos LLM mejor entrenados, hacen de los datos sin-

téticos una nueva fuente más allá del limitado repositorio de la web. Otros cua-

tro órdenes de nivel calculados por Epoch.ai para este trimestre de 2024 con res-

pecto a 2030, con una precisión verificada del 92% según Stanford. ¿Queremos

seguir creyendo en el “colapso catastrófico”, tan amable término para definir que

no tenemos más datos fiables para obtener conocimiento real que los habidos

hasta ahora?

La verdad difícilmente cuestionable de que una zona del planeta de 7,75 millo-

nes de personas, la bahía de San Francisco en California está generando un va-

lor tecnológico anual de 621 mil millones de dólares (2023), por encima de los

418 mil millones de dólares para el mismo período, de la Unión Europea con 447.7

millones de habitantes. Sí, por encima de cien veces más. La inversión de 37.4

mil millones de dólares en 2023, frente a los 7.2 mil millones de dólares en toda

la UE forma parte de la ecuación. ¿Seguimos encontrándonos cómodos por aquí,

con este precio que pagamos en innovación a cambio de una seguridad de la que

carecemos de métricas?

No deja de sorprenderme la capacidad que tenemos los humanos para conver-

tir pronósticos a corto plazo, una vez fuera de su rango, en pronósticos a largo

plazo. Dos realidades diferentes que unimos en el error más predecible. Sin du-

da tener que “salir del paso para poder sobrevivir” que nos obligó la Evolución,

Opinión

Digital & IA

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La bahía de San Francisco

en California está

generando un valor

tecnológico anual de 600

mil millones de euros

nos condenó a ser unos malísimos estrategas. Quizá por eso mismo, verdades

incómodas son aquellas que nos cuesta admitir. Aquellas que inquietan el con-

vencimiento previo en aquello que necesitamos seguir creyendo. Pero que su en-

frentamiento a las cifras deja sin valor. ¿De dónde sale el convencimiento de

aquellas “verdades”? ¿De dónde el sufrimiento de su “puesta en duda”? ¿Tal vez

de una seguridad monolítica en algo que es muy variable? Que muchos lo com-

partan no debería ser un consuelo.

Hay también verdades incómodas sobre el mal uso de IA. Sería para enumerar-

las si no lo hubiera hecho ya MIT con la publicación de los 700 riesgos de agos-

to de este 2024. Lo interesante aquí es que introducidos como contexto pueden

ser trazables para no necesitar interrumpir el proceso. Tan sólo la recreación de

nuestros monstruos imaginarios en el mundo virtual, terminarían haciéndolo. Me

interesa más trabajar en resolverlo y poder explicar nuestras vulnerabilidades co-

mo humanos ante la Tecnología, que recrearme en ellos.

Porque tal vez parte del problema esté en el origen, ese nombre inapropiado de

“Inteligencia Artificial”. Confiésalo, te impresiona tanto como ya empieza abu-

rrirte. Siempre me pregunté si el término fue algo inteligente, o simplemente el

título máximo honorífico que le dimos los humanos desde 1955 para

“esa cosa hecha a nuestra imagen y semejanza”. El resultado de lla-

mar así a un área de la Matemáticas no deja de sorprenderme. Pero

tenemos que llegar, mi querido lector, a un punto de destino. Ese pun-

to personal de elección consciente, antes de creer. Antes de decidir

qué creer o qué hacer. No te sientas incómodo. Todo lo contrario, dis-

fruta el proceso. Habrá a quien esto le agobie, ése no eres tú. Dudar

por un momento de cada cosa. Sí, incluso que AlphaFold de Google

DeepMind no acierte en el desdoblado de 214 millones de proteínas,

con una precisión demostrada del 92.4%. Seguro que tiene un porcen-

taje de error. Lo mismo pondera más en tu razonamiento que multi-

plicase por 2.140 veces el número de proteínas conocidas hasta 2022.

O que GeNOME no haya propuesto 2,2 millones de nuevos materia-

les, por el momento una quinta parte, 380.000 ya verificados. Sólo con

eso sería 44 veces en un año lo que los humanos habíamos conse-

guido hasta 2023. Más cifras para esa verdad incómoda, que IA es

más real de lo que quisiéramos creer.

Y es que para conocer hay que empezar creyendo en algo, para luego

ir construyendo encima. Delegar en alguien en quien nos fiamos para que pien-

se un poco por nosotros. Pero sólo para empezar, no vaya a ser que externalice-

mos tanto el pensamiento que no podamos empezar a hablar hasta haber leído

la prensa de la mañana. Hazte una prueba ¿las noticias sobre IA de la prensa ge-

neralista te reconfortan? No te preguntaré cuando fue la última noticia favorable

a IA que has leído. Perdona que me entrometa, pero tus creencias me importan.

Son fundamentales. Sí, y por eso no las podemos dejar a cualquiera. Si vamos a

creer en algo tenemos que estar muy seguros de nuestras fuentes. Por eso es

tan importante ponerlas en duda. Desde Popper sabemos que tan sólo lo falsa-

ble es conocimiento, porque es verificable. Hipótesis verificables que son tu cre-

encia durante el tiempo suficiente que tardan en ser comprobadas. Algo extra-

ño ¿verdad? Dices tú “algo extraño”, para ello recuerda que a Newton y Einstein

los puso de acuerdo Arthur Eddington, sin haberse conocido ninguno de los tres.

No recuerdo ahora quién dijo que nuestra mente está para generar ideas, no para

sostenerlas. Ya se encargará la realidad de verificarlas y sostenerlas si se lo me-

recen. Prefiero un sistema productor de ideas mejor que una agencia estatal de

prohibiciones basado en metáforas. Temo las metáforas, prefiero las descripcio-

nes. Puede que “haya un techo” para esas cifras que has leído al principio de es-

te artículo. La verdad es que nadie lo ha visto todavía, aunque muchos lo hayan

imaginado. Habrá verdades incómodas, pero no deberías sufrir nunca por una

pregunta incómoda.El Economista copia